miércoles, 8 de diciembre de 2010

Jaime Gil de Biedma



NO VOLVERÉ A SER JOVEN


Que la vida iba en serio

uno lo empieza a comprender más tarde

-como todos los jóvenes, yo vine

a llevarme la vida por delante.



Dejar huella quería

y marcharme entre aplausos

-envejecer, morir, eran tan sólo

las dimensiones del teatro.



Pero ha pasado el tiempo

y la verdad desagradable asoma:

envejecer, morir,

es el único argumento de la obra.





‘Del año malo’



Diciembre es esta imagen

de la lluvia cayendo con rumor de tren,

con un olor difuso a carbonilla y campo.

Diciembre es un jardín, es una plaza

hundida en la ciudad,

al final de una noche,

y la visión en fuga de unos soportales.

Y los ojos inmensos

—tizones agrandados—

en la cara morena de una cría

temblando igual que un gorrión mojado.

En la mano sostiene unos zapatos rojos,

elegantes, flamantes como un pájaro exótico.

El cielo es negro y gris

y rosa en sus extremos,

la luz de las farolas un resto amarillento.

Bajo un golpe de lluvia, llorando, yo atravieso,

innoble como un trapo, mojado hasta los cuernos.

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